domingo, 11 de abril de 2010

Extraño.

Despacio se acomplejaba el alma en cuanto existencia constante.
Estaba por lo bajo mirando hacia arriba, tratando de entender que no eramos dos sino uno compartiendo con un tercero, que eramos ambos. Una extraña pero ambiciosa relación dispar, agradable, irrompible y fugaz.

Esa mañana los labios se te fruncieron al sentir los mios de imprevisto.
Abriste los ojos y susurrandome al oído me dormí escuchando Libertad.
El reloj no me importaba, ni la mala reputación de esos matutinos poco creíbles.
Todo era un sentir sin pensar, de descubrir sin desarmar y así hasta que mi conciencia se perdió en ese particular aroma que bailaba desde tu cuello, bajando por el hombro, muriendo en el colchón.

Tranquilidad absoluta en ese mono-ambiente disperso en organización, plagado de libros e imagenes poco entendibles.
Me levante y te busqué entre las sabanas, debajo del montículo de ropa, detrás de los bártulos, pero ya no estabas.
Habían pasado 2 años desde esa tarde en donde decidiste viajar y yo con el peso de mis pies te entendí, y te fuiste siguiendo tu destino, con tus cosas y tu fuerza.
Estaba claro que esa mañana el cuerpo y la mente te extrañaban, yo lo hacia a la par.

1 comentario: