jueves, 23 de septiembre de 2010

El rey.

Un rey de su propia persona se sube al tren de sus merecidas complicaciones.
Se sienta del lado izquierdo del vagón, mira como perdido a los otros viajantes e intenta no prestarles atención.
Apunta sus ideas hacia los labios, recorre cada fragmento de pensamiento de arriba hacia abajo y adentro, pero jamás para afuera.
Ese Afuera que era parte de su reino complicado, espacio de amantes torpes, de pasiones ocultas y de abrazos de calores intensos. El rey y su miedo.
El rey deseoso de ser gobernado, de no tener razón, de tener que dejar su juicio para poder a llegar a ese todo, a ese otro rey que no era el pero que amaba igual.
El amor como tramite complicado hasta para la realeza más fantástica.
Todo eso pensó el Rey mientras viajaba dentro de si mismo e intentaba llegar a cualquier lugar en donde alguien le regalara un poquitito de paz.
Vino el sueño y el Rey dejo caer sus parpados como el telón final para sus reflexiones.
En medio del vagón y con la cabeza en cualquier sitio nuestro complicado Rey llego a su destino.