Un cigarrillo en el medio de tanta gente impregnada de alegría. Estaba en la entrada del lugar, con ganas de reventar el cielo en mil pedazos con una patada.
Imaginaba el susurro de los tambores y redoblantes quietos en el rincón esperando entrar a escena. La alegría se percibía en el aire, chiquitines con sus caritas llena de los colores de la ocasión, las madres orgullosas en un rincón se sonreían y miraban esa infancia frágil plasmada en ese piso de tierra y aserrín.
Vivir con la alegría en la sangre, nacimos para resistir dicen los versos de los murguistas, y yo coincido: la resistencia se lleva en la piel de los que no aceptamos vivir en un estado de puros grises y negros.
Y todavía no comenzaba lo mejor: el baile en el tinglado, sacudir el garrón y rascarse las penas con tanta furia que lo único que uno podía llegar a premeditar era una sonrisa, el cuerpo solo se movía en cada son y ton de los percusionistas, ya no importaba el calor, la pintura corrida o la gente que no estaba, el grupo bailarín estaba en su salsa.
Orgullo, pasión y encanto mezclados en ese sudor compartido. Una noche que termino entre cumbia y más baile.
Feliz de compartir estas sensaciones con gente que vale por millones, feliz por que falta poco pal carnaval….y ansioso para que el sol nos descubra bailando.
Imaginaba el susurro de los tambores y redoblantes quietos en el rincón esperando entrar a escena. La alegría se percibía en el aire, chiquitines con sus caritas llena de los colores de la ocasión, las madres orgullosas en un rincón se sonreían y miraban esa infancia frágil plasmada en ese piso de tierra y aserrín.
Vivir con la alegría en la sangre, nacimos para resistir dicen los versos de los murguistas, y yo coincido: la resistencia se lleva en la piel de los que no aceptamos vivir en un estado de puros grises y negros.
Y todavía no comenzaba lo mejor: el baile en el tinglado, sacudir el garrón y rascarse las penas con tanta furia que lo único que uno podía llegar a premeditar era una sonrisa, el cuerpo solo se movía en cada son y ton de los percusionistas, ya no importaba el calor, la pintura corrida o la gente que no estaba, el grupo bailarín estaba en su salsa.
Orgullo, pasión y encanto mezclados en ese sudor compartido. Una noche que termino entre cumbia y más baile.
Feliz de compartir estas sensaciones con gente que vale por millones, feliz por que falta poco pal carnaval….y ansioso para que el sol nos descubra bailando.